• La permisividad. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.
• Ceder después de decir no. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el no. Cuando usted vaya a decir no a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha atrás. En cambio, el sí, sí se puede negociar. Si usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde, negocie con él qué programa y cuanto rato.
• El autoritarismo. Es intentar que el niño/a haga todo lo que el padre quiere anulándole su personalidad. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de autodominio, sino hacer una persona sumisa.
• Falta de coherencia. Nuestro estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, mañana, también.
Igualmente es fundamental la coherencia entre el padre y la madre.
• Gritar. Perder los estribos. Es difícil no perderlos. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además, a todo se acostumbra uno. Al final, para que el niño hiciera caso, habría que gritar tanto que ninguna garganta humana está concebida para alcanzar la potencia de grito necesaria para que el niño reaccionase.
(Recopilado por: Dra. Beatriz Rubín)